RESEÑA SOBRE LOS ORÍGENES DE NUEVE DE JULIO
Parte I: Siglo XIX


El 12 de octubre de 1860, prestó juramento presidencial el general Bartolomé Mitre cuyo prestigio, tanto político como militar, venía tomando cuerpo desde su victoria ante el general Justo José de Urquiza en la Batalla de Pavón. Con Mitre se iniciaba en el país una organización constitucional, cuyo modelo se mantendrá el país lo suficiente como para marcar su influencia de modo gravitante.

Entre los proyectos de gobierno, trazado por Mitre, se encontraba la reorganización de la frontera con el aborigen, su extensión sobre los dominios del nativo. El llamado problema del indio no era novedoso entonces, pues ya desde la época de Rosas, y aún antes, se venían realizando expediciones, y fundando fortificaciones con el objeto de resguardar las líneas fronterizas.

La comandancia de la Frontera del Oeste, en aquellos años se hall

aba asentada en Bragado. Al frente de ella se hallaba el coronel graduado Julio de Vedia, quien pronto –gracias a sus avances sobre los Ranqueles- obtuvo la efectividad de su grado. De Vedia, ya desde principios de 1863, proyectaba avanzar fuera de la frontera, para fundar un fuerte en el para denominado Claf Lauquen, que en la toponimia indígena significa “Tres Lagunas”. Más aún, era su deseo establecer una población no de modo provisorio, sino permanentemente. Existen numerosas evidencias, halladas en el último cuarto del siglo XX, que dan cuenta de ello. Por citar, pueden consultarse las mensuras correspondientes a las tierras del Partido de 9 de Julio, anteriores a la fundación, y podrán observarse la demarcación de un futuro pueblo. También algunos partes militares, elevados por el coronel a su superior, el ministro de Guerra Juan Gelly y Obes, testimonia similar propósito.
Calfucurá
Además de los aborígenes de la tribu de Ignacio Coliqueo, quienes habitaban el paraje llamado “Tapera de Díaz”, y eran considerados “amigos” de las fuerzas militares; en varias ocasiones se sentía la presencia, o la de sus malones, del temible cacique Juan Calfucurá, fundador de la dinastía de los “Curá” (piedra), de quien el doctor Estanislao Zevallos ha escrito:
“Es muy popular, trata a todos con amabilidad, dándoles a unos el título de hermano, pariente o cuñado, a otros el de tíos, primos y suegros. Pero la sola idea que tienen los indios de que adivina, es suficiente para que apodere de todos o un respeto profundo o un terror espantoso. Hay indios culpables que esquivan ser vistos por Calfucurá”.

La fundación. Una comandancia militar
El martes 27 de octubre de 1863, el coronel Julio de Vedia, después de haber partido desde el Bragado al frente del 3er. escuadrón del Regimiento 5to. de Caballería de Línea, el 4to. Batallón de Infantería, un cuerpo de Guardias Nacionales y un grupo de indios vorogas, asentó un campamento en derredor de una de las llamadas tres lagunas, precisamente en las inmediaciones donde se encuentra hoy el Parque General San Martín, y los edificios del Hospital Zonal, y del Colegio Marianista “San Agustín”
Al segundo día arribaron otras fuerzas formando un importante conjunto más amplio .

La Corporación Municipal y las primeras obras
A fines de 1863, Julio de Vedia había informado a su hermano político, el general Mitre, a la sazón –como se ha dicho- presidente de la República, sobre las actividades que se realizaban con el objeto de establecer de modo definitivo el campamento, y asentando –a la vez- las bases de un pueblo. Ya, en esos documentos, versaba el nombre que había elegido para su denominación: “9 de Julio”.

El 12 de febrero de 1864, el gobernador de Buenos Aires, Mariano Saavedra decretó la fundación del pueblo, dando la denominación de “9 de Julio”, como era voluntad de su fundador. Asimismo, en el decreto, comisionaba al agrimensor Miguel Vaschetti para realizar la mensura, traza y amojonamiento del pueblo y su ejido, de acuerdo con instrucciones que oportunamente le daría el Departamento Topográfico.

En efecto, en mayo del mismo año, Vaschetti asistido por de Vedia, efectuó la delineación encomendada, realizando una traza que, aún hoy, es considerada brillante, por el sutil modo con que fue concebida.

El 19 de julio de 1865, el Poder Legislativo sancionó con fuerza de la creación de diez nuevos partidos de la provincia de Buenos Aires. Entre estos se hallaba el de 9 de Julio.

El 18 de febrero de 1866, por intervención del Juzgado de Paz de 9 de Julio creado poco antes, se realizó la primera elección municipal para elegir las autoridades comunales que habrían de componer la primera corporación municipal. Efectuados los comicios fueron votados: Edelmiro Moura, presidente; Luciano Márquez, secretario interino; Horacio Gutiérrez, tesorero; Bernardo Raimundo, encargado de Cultura, Instrucción Pública y Tierras; y Floro La Vega, encargado de Policía.
Una de las primeras actividades de esta Corporación, fue la de dar una nomenclatura a las calles del pueblo y a la plaza principal, cuyo profundo sentido merece ser estudiado ampliamente.

En este período también nacieron primeros esfuerzos para propiciar la educación de los niños. Junto a Julio de Vedia, había llegado Mercedes Vázquez de Labbe –junto a su esposo Pedro, quien hacía las veces de vivandero del militar- a cuyo cargo fue confiada la educación de los niños, hijos de las familias de los mismos militares.. Luego prosiguió Bonifacia Vieyra de de la Plaza, quien poseía un título docente, y hubo fundado una escuela que, más tarde, pudo ser oficializada. Vieyra era esposa del capitán Alejandro de la Plaza, considerado co-fundador de 9 de Julio, pues llegó a esta un día después de establecido el campamento.
La primera escuela dependiente del Departamento de Instrucción Pública, establecida en el pueblo fue la que actualmente lleva por número el 1. Su creación fue ordenada en 1866, año en que el pueblo poseía un 97 % de analfabetos. Su primer preceptor arribó el 19 de septiembre abriendo la escuela en un edificio que arrendó la Corporación al vecino Luis Rumi.

Si bien, ya desde el primer par de años posteriores a la fundación, los habitantes del pueblo recibían la asistencia religiosa por parte de los sacerdotes que recidía en la parroquia de Santa Rosa de Lima, en Bragado, y el preceptor de la escuela elemental se ocupaba en instruir en la Doctrina Cristiana a los niños, el Arzobispo de Buenos Aires, monseñor Mariano José de Escalada Bustillos y Zeballos –a cuya jurisdicción eclesiástica pertenecía 9 de Julio- creó la parroquia de 9 de Julio, designando –el 30 de julio de 1868- cura párroco al presbítero Antonio D’Elía, de nacionalidad italiana. Esta iglesia, como la titularidad de la parroquia fue puesta bajo la advocación de Santo Domingo de Guzmán, en cuya festividad fue inaugurada y bendecido el templo, el 4 de agosto de aquel año.
Los primeros indicios del progreso
Los dos primeros indicios del progreso edilicio del pueblo, en el primer cuarto de siglo posterior a la población, sin dudas, estuvieron enmarcados en las iniciativas de la Corporación Municipal por el embellecimiento de la plaza principal. La construcción de una pirámide alegórica a la Revolución de Mayo, replica de la existente en la Plaza de la ciudad de Buenos Aires, y la iluminación del espacio verde con doce faroles, hacia 1870, constituyen sin duda la mejor muestra de los primer pasos, en orden al progreso y al crecimiento comunitario.

Más tarde, el 19 de julio de 1874, gracias un copioso número de volúmenes donados por Domingo Faustino Sarmiento, y mediante la contribución de un grupo de vecinos reunidos en comisión, fue fundada la primera biblioteca pública en 9 de Julio. Su primer bibliotecario fue Enrico Bibliani, hombre culto, de profesión boticario, quien más tarde debió constituirse como primer presidente de la Sociedad Italiana. Esta llegó a contar, en sus anaqueles, con un caudal bibliográfico que superaba las 2000 piezas, pero su vida no debió ser tan prolongada, pues hacia 1887 se extinguió definitivamente.

En julio de 1876 otro exponente de los adelantos científicos y tecnológicos de la época puso en contacto a los pobladores de 9 de Julio con el resto del país. La prolongación de la red telegráfica que, como estrategia militar, había proyectado el ministro Adolfo Alsina, constituía un hito relevante que fue recibido jubilosamente. Gerardo Albariño fue el primer telegrafista afectado a la nueva oficina.

La comunidad de 9 de Julio y su crecimiento en el siglo XIX
Entre el 14 y el 15 de septiembre de 1869, fue realizado el primer Censo Nacional de Población, que habría de ayudar a las autoridades del gobierno nacional a esclarecer sus informaciones acerca de la realidad del país.
En 9 de Julio, los datos que arrojó éste, se consideran los más remotos en cuanto a estadísticas de esta índole. De los 2133 habitantes que poblaban la totalidad del partido, sólo 822 eran mujeres. En el casco urbano, vivían 522 varones y 390 mujeres. El índice de analfabetos era bastante alto, pues de la totalidad de habitantes del distrito, sólo 202 varones y 165 mujeres sabían leer y escribir. Las unidades habitacionales ya ascendían a 413 viviendas, para albergar a 337 familias.

Doce años más tarde la realidad de este pueblo, y de su partido, había mutado considerablemente, he aquí algunos de los resultados de un censo realizado en 1881:

(Fuente: Censo General de la Provincia de Buenos Aires. Demográfico, agrícola, industrial, comercial... verificado el 9 de octubre de 1881..., Buenos Aires, Imprenta de El Diario, 1883)

Respecto del Censo Nacional de Población de 1869, la población del Partido de Nueve de Julio, ha crecido un 267,18 %, pues entonces había arrojado un total de 2133 habitantes.
Entre 1872 y 1879, fueron bautizados 1230 párbulos, de los cuales, 655 eran hijos legítimos, 575 eran ilegítimos.
En ocho años de observación, pudieron advertirse una ilegitimidad de matrimonios del 46,74 %.
En 1881, dentro de cada 100 menores, de 15 años, existían en 9 de Julio, un 30 % de hijos ilegítimos[p. 221].
Nueve de Julio, ocupaba el 6º lugar “según la escala o densidad de su población”; 0,16 “habitantes por hilómetro cuadrado”[p. 277].
El total de habitantes que, para el Partido de Nueve de Julio, arrojó el Censo de Población de 1881, fue de 7.832 habitantes, de los cuales, 6.706, son argentinos; y 1.126, extranjeros.
En la planta urbana habitaban, 411 varones y 568 mujeres, argentinos; y 290 varones y 112 mujeres, extranjeros. En la zona rural, existían, 3.330 varones y 2397 mujeres, argentinos; y 570 varones y 154 mujeres, extranjeros.
De los anteriores se desprende que, 701 varones y 680 mujeres, habitaban la planta urbana; y 3900 varones y 2551 mujeres, la zona rural. Es decir, 4601 varones y 3231 mujeres, en la totalidad del Partido.
Y de otro modo, 6451 conforman la población rural y 1381 la urbana[p. 239].
También, en el Partido, 3741 varones y 2965 mujeres, eran argentinos; y 860 varones y 266 mujeres, extranjeros [p. 232]. En consecuencia, 1381 habitantes, ocupaban la planta urbana y 6451, la rural, formando el total general de 7832 individuos, en la totalidad del partido.
En la planta urbana, 432 argentinos y 266 extranjeros, sabían leer y escribir; y 241 argentinos y 120 extranjeros, no sabían leer y escribir. En la zona rural, 534 argentinos y 373 extranjeros, sabían leer y escribir; y 2498 argentinos y 209 extranjeros, no sabían leer y escribir. De este modo, en el Partido, 966 argentinos y 639 extranjeros, sabían leer y escribir; y 2739 argentinos y 329 extranjeros, no sabían leer y escribir[p. 259].
Además existían: 3 abastecedores; 1 agente; 1 abogado; 7 acopiadores; 21 albañiles; 367 varones y 66 mujeres, agricultores; 1 agrimensor; 22 carpinteros[p. 271]; 15 carreros; 1 varón cigarrero; 15 varones y 40 mujeres, cocineros; 1 cochero; 127 varones y 1 mujer, comerciantes; 2 varones confiteros; 24 costureras; 17 dependientes[p. 272]; 8 varones y 44 mujeres, domésticos; 2 farmacéuticos, 1 fotógrafo, 9 varones empleados; 2 estudiantes; 12 herreros; 642 varones y 89 mujeres, hacendados; 2 hojalateros; 16 varones horticultores[p. 273]; 8 horneros, 3 varones hoteleros; 2 ingenieros; 1107 varones y 80 mujeres, jornaleros; 1 joyero; 37 lavanderas; 6 varones y 3 mujeres, lecheros; 2 leñadores; 1 varón y 4 mujeres, maestros de escuela; 1 maquinista; 3 varones mayordomos; 2 médicos[p. 274]; 1 mercachifles, 5 varones molineros; 1 modista; 5 varones músicos; 4 peluqueros; 10 varones panaderos; 2 pintores; 2 planteros; 6 planchadoras[p. 275]; 3 varones rentistas; 1 sacerdote; 1 sacristán; 1 varón rufián; 1 sastre; 1 talabartero; 1 telegrafista; 9 varones zapateros; 452 varones y 1348 mujeres, sin especificación[p. 276].
En la planta urbana de 9 de Julio, existían, 1 casa habitada, con azotea de 2 cuerpos; 30 casas habitadas, con azotea de 3 cuerpos; 240 casas habitadas, de madera, paja y ripia de 3 cuerpos; 5 casas dehabitada, con azotea de 3 cuerpos; 76 casas deshabitadas, de madera, paja y ripia de 3 cuerpos; formando un total de 352 casas[p. 295].
En la zona rural, el total de casas era de 1123, discriminadas del modo siguiente: 3 casas habitadas, con azotea de 1 cuerpo; 42 casas habitadas, con azotea de 2 cuerpos; 66 casas habitadas, con azotea de 3 cuerpos; 4 casas deshabitadas, con azotea de 3 cuerpos; 24 casas habitadas de madera, etc., de 1 cuerpo; 242 casas habitadas de madera, etc., de 2 cuerpos; 686 casas habitadas de madera, etc., de 3 cuerpos; 2 casas deshabitadas de madera, etc., de 1 cuerpo; 7 casas deshabitadas de madera, etc., de 2 cuerpo; 47 casas habitadas de madera, etc., de 3 cuerpos[p. 297].
En el distrito, hacia 1881, existían las siguientes industrias:

Industrias Cantidad Capital invertido ($ m/c) Personal
Atahonas 2 600.000 24
Carpinterías 5 413.000 14
Carpinterías y herrerías 3 320.000 12
Hojalaterías 1 20.000 3
Mueblerías 1 40.000 3
Molinos de agua o vapor 1 3.360.000 13
Talabarterías 1 30.000 4
Zapaterías 1 5.000
Total 4.788.000
[pp. 356-370]

Además de los comercios:


Comercios Cantidad Capital invertido ($ m/c) Personal
Almacenes 9 468.000 13
Almacenes y barracas 9 755.000 26
Barberías 2 13.000 2
Boticas 2 120.000 4
Cafees 1 20.000 1
Mensajerías 1 100.000 12
Fondas 3 300.000 15
Organistas 4 18.500 4
Pulperías 4 41.000 5
Puestos de mercado 1 10.000 3
Tiendas y almacenes 9 3.400.000 69
Tiendas 1 20.000 1
Total 5.265.500
[pp. 374-386]
En 1881, 9 de Julio dependía de la sucursal Bragado, del Banco de la Provincia de Buenos Aires. La riqueza del Partido era la siguiente: $ 6344000, era el valor de los edificios; $ 111845000, el de la tierra; $ 8871725, el de la producción agrícola; $ 69314710, el del ganado; $ 5265500, el capital comercial; y $ 478800, el capital industrial. Todo ello formaba un total de $ 206428935 [p. 425].
En el Partido existía, en 1881, una biblioteca con 900 libros. No figura existencia de diarios ni de periódicos[p. 416]. Además, también en el Partido, existía una banda de música[p. 421]; una sociedad “social”, con 100 socios[p. 419]; y una “filantrópica”, con 84 socios[p. 419].


La vida social en el siglo XIX
Desde pocos años después de la fundación de 9 de Julio comenzó una forma de vida social que, aunque algo rudimentaria, contribuiría al esparcimiento y la confraternidad de los coterráneos. Más tarde, con la fundación de las instituciones sociales y de socorros mutuos, tales como la Logia Masónica, la sociedades Francesa, Italiana y Española, el Club Social, entre otras, comenzaron a organizarse otras formas de actividades sociales. La construcción del teatro “Rossini” en 1883 y su posterior refacción en 1896 marcaron el comienzo de una nueva época. De hecho, la última década del siglo se distinguió, precisamente, por el auge que tomar determinadas asociaciones, y por la conformación de otras diversas tanto con intereses comerciales como los puramente sociales.
Además, también las principales familias, de una clase mejor dotada, propiciaron la organización de las tertulias nocturnas y bailes. La moda de las grandes ciudades, paulatinamente, fue prolongándose a las pequeñas poblaciones, así como a las primeras arribaban las costumbres de las aristocracias europeas. Pronto, determinados modelos europeos, en los usos sociales, también se propagaron por el interior de la provincia de Buenos Aires.
Además los inmigrantes cultos que arribaron al país e integraron, de alguna manera, aquella sociedad, incorporaron a las costumbres criollas aquellas costumbres propias de su lugar de origen. La lectura de libros selectos de autores clásicos o de la Ilustración o las obras del romanticismo, como el aprendizaje y la ejecución del piano o, quizá sólo para los menos, el aprendizaje del francés, fueron los imperativos entre algunas familias de los estratos más elevados... Así, la sociedad nuevejuliense comenzó a prepararse para la venida del nuevo siglo, ya convertida en ciudad provechosa, pronta a ser declarada oficialmente como tal, y transformándose lentamente en un lugar progresista.

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